Todavía hace frió, a pesar que ya es medio día; como siempre ocurre aquí en el sur el sol no hace nada mas que recordarnos su presencia ya que a pesar de que sus rayos golpean fulgor el parabrisa de la camioneta, no calientan.
Es sábado, todavía siento el flash de las luces de la discoteca revoloteando en mi mente, o es el sol… no se, quizás la resaca. En fin los compromisos hay que cumplirlos, fue ayer en la cena que mi papá me pidió que lo acompañara mañana en la mañana a visitar un cliente al campo. Temprano me despertó, que mas podía hacer, fue el amargo café el que creo aun me mantiene atento.
Nada más que lo típico, poner bencina, dar alguna instrucción al operador de la maquina y las mil personas con las que se topa mi viejo y cruza más que tres líneas. - No quiero manejar-.
Ha pasado bastante rato desde que salimos, sin duda mi papá ha hecho esfuerzo por mantenerme despierto con su ávido estilo de conversación y mas que alguna broma de aquello que entre padres e hijos cuesta, el sexo. Más no importa eso, pues es ahora el vaivén del camino de ripio el que me impide dormir. - Que importa- pienso, -aquí por lo menos hay harto que mirar-.
De pronto al salir de una curva se pone mas entretenida la cosa. Es una real aglomeración por estos lados, un puñado de gente, perros, camionetas, caballos y hasta una yunta de bueyes, todos atentos al espectáculo central, que mas iba a ser… un partido de fútbol.
Miro a mi viejo, me dice –Mira, esta jugando…-, observa – Colo colo con el Milan-. Río y miro, realmente los uniformes son iguales, claro eso si, jamás estos equipos estarían jugando en medio de una pampa, con un marco de publico que apenas llega a las 40 personas, sin su bulliciosa barra que los aliente, sin transmisión de TV, ni menos en una cancha llena de desniveles, champas de pasto, arcos rústicos de madera sin pulir, menos sin pintar. Es un autentico partido de la liga campesina, transmitido en vivo y en directo para los que allí estén mirando.
La velocidad disminuye, giramos a la derecha – llegamos-, me dice mi viejo. Se detiene, -espérame mientras converso con don Carlos-, asiento con la cabeza y se va. Y yo… bueno, me voy a ver el fútbol.